miércoles, 7 de octubre de 2009

Caso de análisis...ciertamente.

Siempre he escuchado que los mejores momentos de una relación son los tres primeros meses. Es la luna de miel, es la etapa en la que se conocen, se descubren, se gustan más, conocen un nuevo mundo, la etapa de los mails más cariñosos, los mensajitos de texto, los sobrenombres.”Mi amor”, "Mi princesa", "Mi rey", "Mi ya no ya”, “amor de mi vida” y un sin número de nombres por demás tiernos y cursis que hemos utilizado para llamar a nuestros novios y también con los que hemos dejado que nos llamen.

Sin embargo, y bajo una apreciación totalmente personal, para mí los primeros meses de una relación son los más complicados, los más angustiantes, los que hacen sentirme más insegura. Es extraño por qué, en ese momento, y aunque desee con todo el corazón estar con esa persona, compartir mi vida, mi yo, la angustia siempre se hace presente.

Mi mundo que hasta ese momento está muy tranquilo, divertido, controlado, se ve sacudido por una serie de acontecimientos y decisiones que se deben de tomar a la velocidad del rayo y para los que, tal vez, yo no estoy totalmente preparada aunque aparentemente de la impresión que sí.

Analizando todas las relaciones que he tenido, siempre he sido yo la que de antemano y como poniendo el parche se rehúsa a presentar al nuevo novio a la familia, especialmente a mi madre; la que prefiere salir a la calle antes que quedarse en casa un domingo por la tarde, la que prefiere no llamar al susodicho así se muera de ganas de hacerlo y esté con la indecisión entre lo que se debe hacer y lo que me nace, la que tiene miedo de presentarlo a los amigos de todos la vida y va dilantando ese momento lo más que pueda. La que no da mucha señales de cariño aunque se esté derritiendo por un beso acompañado de los más tiernos apapachos y engreimientos hacia el novio.

Naturalmente, este estadío de inestabilidad y angustia dura hasta que mi madre o mi novio fuerzan un encuentro “casual”, cuando mis amigos me repiten insoportablemente “Cuando lo presentas??” o cuando lo reclaman en los eventos sociales y en ese momento, sin poder huir de lo inevitable, me dejo llevar, dejo de poner freno a las cosas y lo presento a toda la familia, lo incluyo en eventos familiares como funerales, matrimonios, almuerzos de domingos, mudanzas, etc, lo incluyo en todos mis eventos sociales, lo llamo más seguido y la cosa se vuelve incontrolable

….

Hoy leí en un post que decía que “los comienzos a veces atemorizan más que los finales (…) cuando uno comienza hace una apuesta más grande” y yo creo que sí, cuando uno comienza te invade el terror de lo desconocido, de lo incontrolable, de lo ajeno. Te invade el terror de que lo que conozcas no te guste y viceversa (sobretodo). No sabes cómo actuar y te debates en la disyuntiva de dejarlo entrar en tu vida, en tu espacio, en tu familia o mantenerlo a la distancia por tu seguridad mental. De hacerlo público y zurrarte en tus inseguridades de futuros fracasos y desconfianzas o andar más lento con paso precavido pensando antes que sintiendo porque tienes miedo (otra vez) de que al permitirte sentir demasiado ya no lo puedas controlar y termines haciendo de la chica “How to loose a guy in ten days “ or less o que te enganches demasiado que te derrumbes ante un inminente fracaso.
Releo y releo lo escrito y no tengo soluciones a este, como dirían algunos, issue, lo único que puedo atinar a concluir que cuando amas o quieres compartir tu vida con ese alguien vale lanzarse al mar con todo teniendo presente la orilla y a la vez el horizonte que es hermoso y a la vez interminable.

4 comentarios:

Al Barito dijo...

Amén.
A mí me pasa exactamente lo mismo.
Me ta terror empezar de nuevo por miedo a volver a fracasar, a sufrir, y sobretodo a hacer sufrir a esa persona.

Conozco muchas parejas muy felices que la han sudado en su relación. Debe ser que todo lo que realmente vale, cuesta.

Jess dijo...

Alvi!!!!

Pensé que sólo me pasaba a mi ..o por lo menos no al género masculino..
Besooo!!

chivi. dijo...

creo que el miedo viene no solo por el posible fracaso que tengamos en el futuro (si es que se da) sino porque "perdemos" libertad, independencia, el poder hacer nuestra vida como nos da la gana... y eso no nos costo poco. por eso nos cuesta dejarlo.

es cierto lo que dice alvarito. lo que realmente vale la pena, cuesta (lo digo por experiencia recontra propia). pero para que valga la pena hay que arriesgar, ceder, dejar que nuestra vida cambie un poquito. dejar de tener miedo y lanzarse. porque despues el arrepentiemiento del "what if" va a surgir inevitablemente.

me encanto tu post! :)

Jess dijo...

Tal como tú dices... el "perder" la comodidad de lo conocido, de tu soledad.

Pero a darle pa' adelante nomás...

Besos!!!