Si
hablamos de todo lo feo que tiene Lima. Lima tiene muchas o casi todas.
Empecemos a numerarlas haciendo un poco de catarsis y desahogo. Para mí las
principales: Lima, no tiene Festivales de rock no tiene un Loolapalooza, no
tiene un Stereo Pic nic, no tiene un Coachella no tiene nada. Se podrán
elucubrar millones de razones por las cuales Lima no tiene esa clase de
festivales, a mi no me importan. No los tienen. Se acabó.
Lima
tiene un tráfico de mierda. Sí, y repito, Lima tiene un tráfico de mierda. Ese
tráfico que hace que mis amigos holandeses, acostumbrados a andar en bici, abandonen
esa actividad porque se mueren de miedo. Ese tráfico que hace que mi primo se
tome dos horas de ida y dos horas de vuelta desde su oficina (Callao) hasta su
casa (La Molina) que bien podría
dedicarlas a mi sobrina recién nacida. Ese tráfico que hace que el
Metropolitano reviente en plena hora punta. Ese tráfico que desmotiva, a unos
pocos y en ellos me incluyo, de comprar un carro. Ese tráfico que ahoga a los
taxistas, que te hace estar a la defensiva, que provoca insultos, que provoca
coimas. Ese tráfico, es Lima
Lima
es una jungla y no lo digo porque su inconfundible vegetación se mezcle con sus
caminos y carreteras como es el caso de Bogotá
o Brisbane rodeada de cerros y montes. Lima es una jungla porque su
gente se comporta como animales. Animales para cruzar las pistas en rojo y
zurrarse en el semáforo. Animales para manejar como desesperados y meter la 4x4
porque se olvidaron que tenían que voltear en la siguiente esquina. Animales
porque las mujeres no podemos caminar tranquilas en shorts porque nos violan
con la mirada o con palabras. Animales porque andamos con miedo a que nos maten
mientras comemos en un restaurante. Animales porque la criollada y la completa
desconsideración con el otro es la regla. Animales porque se aplica la ley del
más fuerte a rajatabla, más fuerte porque tengo más plata, más fuerte porque te
meto mi carro más grande, más fuerte porque tengo un arma. Lima, en suma, es
una buena jungla.
Perfecto.
De acuerdo. Lima tiene una serie o casi todas las falencias del mundo. Para
nada Lima se compara con Buenos Aires, con Bogotá, con Santiago, con Madrid,
Barcelona, Brisbane Amsterdam, etc,
etc, etc. Es verdad, ya lo entendí. Lo que no entiendo es la confusión o mejor dicho
desubicación que Lima genera en algunas personas, llamémosles “los
nostálgicos”. Los nostálgicos son aquellos peruanos que han vivido muchos años
en el extranjero, especialmente en países europeos, que al regresar a Lima, por
decisión propia o a fuerza de las circunstancias, sienten que tienen la
obligación o quizás la necesidad (sustentada en su profunda nostalgia) de
convertir a Lima en su nueva ciudad europea. Extrañan demasiado las calles
europeas, la comida europea, las costumbres europeas, que sienten que deben de
replicar dichas calles, comidas, costumbres en una Lima que es terca,
desordenada, arisca e inestable. Es cierto quien ha vivido en el extranjero por
mucho o por poco tiempo siente el choque inevitable de regresar a Lima, se te
queda el acento extranjero por algún tiempo y luego desaparece. Te acoplas, te
adaptas, sicológicamente, regresas.
Sin
embargo, los nostálgicos sienten un fuerte apego por el pasado. Personalmente
los comprendo, yo también sufro de apego a mi rutina, a mis costumbres, a mis
lugares comunes sin embargo, los nostálgicos no se dan cuenta de su apego o,
valga la redundancia, de su profunda nostalgia,
sienten que sus años en el extranjero son lo único que existen, son los
únicos que valen la pena. Se sienten atacados por una Lima contaminada, sin
agua limpia, incaminable, les molesta su clima con sus estaciones indefinidas
donde no pueden usar ropa de invierno, o al menos la ropa de invierno que
estaban acostumbrados a usar. Les afecta la humedad y se les puede escuchar
diciendo “Nunca he vivido en una ciudad tan húmeda” como si recién llegasen o
conociesen Lima, como si nunca hubieran transitado en ella, como si no hubieran
vivido en ella. Se quejan de todo lo que les molesta en Lima, todo lo han
encontrado de la misma forma o peor que como lo dejaron hace años atrás. Sufren
a más no poder y para apaciguar su sufrimiento buscan desesperadamente juntarse
con amigos extranjeros con quien vuelvan a sentirse a gusto, con quien puedan
compartir, quizás, las mismas quejas o el mismo feeling que sienten por Lima o
por el Perú en su generalidad. Ensayan a más no poder su tolerancia pero no
soportan que la gente use carro incluso para ir a la esquina de su casa, no soportan que los carros no le den pase al
peatón y se les puede escuchar diciendo “¡¡¡Qué incivilizado es este país!!”.
Si
hay algo que rescatar de los nostálgicos es que sus constantes quejas y reclamos
pone a flor de piel esas irregularidades que a veces, precisamente, por vivir
en Lima tanto tiempo, aprendes a convivir o incluso a ignorar. Gracias a los nostálgicos
sientes o sientes con más fuerza el hecho que el tráfico es una desgracia, que
la inseguridad no debiera ser asumida como normal, que debería de haber más
presupuesto cultural, que falta mucho por no decir que falta demasiado. Es
cierto. Gracias nostálgicos por hacérnoslo notar en caso nos hayamos olvidado,
sin embargo, no se equivoquen, muchos de nosotros, limeños, a pesar de no haber
nunca vivido en una ciudad europea tenemos las mismas quejas que ustedes, salvo
el de la humedad porque ¡vamos! ¿Quién se queja de la humedad de una ciudad?.
Los
que me conocen saben que fanática del Perú no lo soy, no me mata su comida y su
football es una real porquería y si hablamos de quejas y reclamos tengo miles, sin
embargo escribo este post porque desde hace algunos meses escucho a los
nostálgicos de sus quejas y dudas existenciales que si bien las comprendo
quiero decirles que así como recuerdan con anhelo y frenesí sus años europeos
recuerden y hagan práctica de su memoria nostálgica respecto de sus años que
vivieron como peruanos en esta ciudad. Recuerden qué bonito pasearon con sus
padres en los muchos parques que tienen Lima cuando eran niños, qué bonito
volaron cometa en el Malecón de Miraflores, qué bonito pudieron estudiar en una
buena universidad peruana que les dio la oportunidad de hacerse de una carrera
que sin ella no hubieran podido irse de viaje o ganarse esa beca que les dio la
oportunidad de vivir en el extranjero, qué bonito que ahora que han regresado a
Lima que, tan caótica y cagona como siempre, ésta los acoja con buen trabajo y
buen lugar para vivir. Recuerden que su
vida no se hizo solo en Europa, su vida comenzó acá en Lima, con su tráfico de
mierda, con su criollada y sus taxis y que si algo hay que agradecer por el ser
humano y profesional que son ahora es por justamente esos sus primeros veinte años,
un poco más sencillos, más tolerantes y menos higadillos, que los llevaron a
ser el hombre/mujer que son ahora.