viernes, 29 de mayo de 2015

Amor Maternal

En la cocina, sentadas tomando lonche después de un día muy largo y agotador.

Mamá: Me encanta como te queda ese peinado. Te queda muy bonito, tus ondas caen bien, se les ve muy naturales y espontáneas.

Jess: Gracias mami. Me lo hice así a la volada.

Mamá: Sabes a qué me hace acordar?. A esa mujer que vi, que se mueve y hace ruidos. 

Jess: A cuál???

Mamá: Esa mujer... Que se mueve y hace ruidos raros,  que tiene el peinado igualito al tuyo.

Jess: cuál? Una actriz? cantante? En qué película la has visto? 

Mamá: Me acordé!!!!! .. La mujer que si mira a alguien los convierte en piedra... Medusa!!!! Esa es!!! 

Jess: (...)





sábado, 2 de mayo de 2015

Los Nostálgicos

Si hablamos de todo lo feo que tiene Lima. Lima tiene muchas o casi todas. Empecemos a numerarlas haciendo un poco de catarsis y desahogo. Para mí las principales: Lima, no tiene Festivales de rock no tiene un Loolapalooza, no tiene un Stereo Pic nic, no tiene un Coachella no tiene nada. Se podrán elucubrar millones de razones por las cuales Lima no tiene esa clase de festivales, a mi no me importan. No los tienen. Se acabó.

Lima tiene un tráfico de mierda. Sí, y repito, Lima tiene un tráfico de mierda. Ese tráfico que hace que mis amigos holandeses, acostumbrados a andar en bici, abandonen esa actividad porque se mueren de miedo. Ese tráfico que hace que mi primo se tome dos horas de ida y dos horas de vuelta desde su oficina (Callao) hasta su casa (La Molina)  que bien podría dedicarlas a mi sobrina recién nacida. Ese tráfico que hace que el Metropolitano reviente en plena hora punta. Ese tráfico que desmotiva, a unos pocos y en ellos me incluyo, de comprar un carro. Ese tráfico que ahoga a los taxistas, que te hace estar a la defensiva, que provoca insultos, que provoca coimas. Ese tráfico, es Lima

Lima es una jungla y no lo digo porque su inconfundible vegetación se mezcle con sus caminos y carreteras como es el caso de Bogotá  o Brisbane rodeada de cerros y montes. Lima es una jungla porque su gente se comporta como animales. Animales para cruzar las pistas en rojo y zurrarse en el semáforo. Animales para manejar como desesperados y meter la 4x4 porque se olvidaron que tenían que voltear en la siguiente esquina. Animales porque las mujeres no podemos caminar tranquilas en shorts porque nos violan con la mirada o con palabras. Animales porque andamos con miedo a que nos maten mientras comemos en un restaurante. Animales porque la criollada y la completa desconsideración con el otro es la regla. Animales porque se aplica la ley del más fuerte a rajatabla, más fuerte porque tengo más plata, más fuerte porque te meto mi carro más grande, más fuerte porque tengo un arma. Lima, en suma, es una buena jungla.

Perfecto. De acuerdo. Lima tiene una serie o casi todas las falencias del mundo. Para nada Lima se compara con Buenos Aires, con Bogotá, con Santiago, con Madrid, Barcelona, Brisbane  Amsterdam, etc, etc, etc. Es verdad, ya lo entendí. Lo que no  entiendo es la confusión o mejor dicho desubicación que Lima genera en algunas personas, llamémosles “los nostálgicos”. Los nostálgicos son aquellos peruanos que han vivido muchos años en el extranjero, especialmente en países europeos, que al regresar a Lima, por decisión propia o a fuerza de las circunstancias, sienten que tienen la obligación o quizás la necesidad (sustentada en su profunda nostalgia) de convertir a Lima en su nueva ciudad europea. Extrañan demasiado las calles europeas, la comida europea, las costumbres europeas, que sienten que deben de replicar dichas calles, comidas, costumbres en una Lima que es terca, desordenada, arisca e inestable. Es cierto quien ha vivido en el extranjero por mucho o por poco tiempo siente el choque inevitable de regresar a Lima, se te queda el acento extranjero por algún tiempo y luego desaparece. Te acoplas, te adaptas, sicológicamente, regresas.

Sin embargo, los nostálgicos sienten un fuerte apego por el pasado. Personalmente los comprendo, yo también sufro de apego a mi rutina, a mis costumbres, a mis lugares comunes sin embargo, los nostálgicos no se dan cuenta de su apego o, valga la redundancia, de su profunda nostalgia,  sienten que sus años en el extranjero son lo único que existen, son los únicos que valen la pena. Se sienten atacados por una Lima contaminada, sin agua limpia, incaminable, les molesta su clima con sus estaciones indefinidas donde no pueden usar ropa de invierno, o al menos la ropa de invierno que estaban acostumbrados a usar. Les afecta la humedad y se les puede escuchar diciendo “Nunca he vivido en una ciudad tan húmeda” como si recién llegasen o conociesen Lima, como si nunca hubieran transitado en ella, como si no hubieran vivido en ella. Se quejan de todo lo que les molesta en Lima, todo lo han encontrado de la misma forma o peor que como lo dejaron hace años atrás. Sufren a más no poder y para apaciguar su sufrimiento buscan desesperadamente juntarse con amigos extranjeros con quien vuelvan a sentirse a gusto, con quien puedan compartir, quizás, las mismas quejas o el mismo feeling que sienten por Lima o por el Perú en su generalidad. Ensayan a más no poder su tolerancia pero no soportan que la gente use carro incluso para ir a la esquina de su casa,  no soportan que los carros no le den pase al peatón y se les puede escuchar diciendo “¡¡¡Qué incivilizado es este país!!”.

Si hay algo que rescatar de los nostálgicos es que sus constantes quejas y reclamos pone a flor de piel esas irregularidades que a veces, precisamente, por vivir en Lima tanto tiempo, aprendes a convivir o incluso a ignorar. Gracias a los nostálgicos sientes o sientes con más fuerza el hecho que el tráfico es una desgracia, que la inseguridad no debiera ser asumida como normal, que debería de haber más presupuesto cultural, que falta mucho por no decir que falta demasiado. Es cierto. Gracias nostálgicos por hacérnoslo notar en caso nos hayamos olvidado, sin embargo, no se equivoquen, muchos de nosotros, limeños, a pesar de no haber nunca vivido en una ciudad europea tenemos las mismas quejas que ustedes, salvo el de la humedad porque ¡vamos! ¿Quién se queja de la humedad de una ciudad?.


Los que me conocen saben que fanática del Perú no lo soy, no me mata su comida y su football es una real porquería y si hablamos de quejas y reclamos tengo miles, sin embargo escribo este post porque desde hace algunos meses escucho a los nostálgicos de sus quejas y dudas existenciales que si bien las comprendo quiero decirles que así como recuerdan con anhelo y frenesí sus años europeos recuerden y hagan práctica de su memoria nostálgica respecto de sus años que vivieron como peruanos en esta ciudad. Recuerden qué bonito pasearon con sus padres en los muchos parques que tienen Lima cuando eran niños, qué bonito volaron cometa en el Malecón de Miraflores, qué bonito pudieron estudiar en una buena universidad peruana que les dio la oportunidad de hacerse de una carrera que sin ella no hubieran podido irse de viaje o ganarse esa beca que les dio la oportunidad de vivir en el extranjero, qué bonito que ahora que han regresado a Lima que, tan caótica y cagona como siempre, ésta los acoja con buen trabajo y buen lugar para vivir.  Recuerden que su vida no se hizo solo en Europa, su vida comenzó acá en Lima, con su tráfico de mierda, con su criollada y sus taxis y que si algo hay que agradecer por el ser humano y profesional que son ahora es por justamente esos sus primeros veinte años, un poco más sencillos, más tolerantes y menos higadillos, que los llevaron a ser el hombre/mujer que son ahora.